11/10/11
Treinta años y ningún vagón: el ferrocarril, ni sombra de lo que fue
Dijo y  sigue repitiendo, una y mil veces, Carlos Gardel en el tango  "Volver": " Que veinte años no es nada " . Puede que los  funcionarios argentinos que les ha tocado manejar en las últimas décadas la  política ferroviaria se hayan tomado muy a pecho esta frase gardeliana.  Entonces, y para no dejar dudas, dejaron pasar treinta.  El 19 de diciembre de 1981, con un acto en el  hall central de la estación plaza Constitución, se dio inicio a la obra de  electrificación del ramal Roca. Pocos meses antes, funcionarios argentinos  habían firmado varios acuerdos diplomáticos japoneses. Entre ellos, había uno  que establecía la compra de 120 coches nuevos, con capacidad para 200 pasajeros  -68 sentados- que podían llegar a una velocidad de 135 kilómetros por  hora en tramos rectos y de llanura. La inversión proyectada para comprar esos  vagones -a las que se sumarían 36 unidades más fabricadas en la Argentina- fue  de 163 millones de dólares. Los coches finalmente llegaron en 1983 y empezaron  a rodar en 1985.  Pasaron 30 años desde  que se inició la construcción de aquellos trenes y nunca más un vagón nuevo  pisó los maltrechos rieles urbanos argentinos. Tanto hace que las fotos de LA  NACION que documentan el desembarco de aquellos gigantes colgados de las grúas  en el puerto son en blanco y negro. La memoria llevará hasta el gobierno del  Proceso, y pasará por un joven Raúl Alfonsín, el presidente que puso en marcha  el ramal, y terminará con un Carlos Menem terminante. "Ramal que para  ramal que cierra", fue la fase imperante en los años noventa. Y finalmente  llegó el kirchnerismo, con su declamado, y poco efectivo, fanatismo  ferroviario. Ninguno de ellos compró un solo tren nuevo desde 1981 para servir  al masivo transporte urbano metropolitano.   Todos los ferrocarriles que circulan por las vías y que lucen colores  vivaces y lustrosos están pintados sobre hierros que acumulan varias décadas.  Sólo hay dos excepciones: el Tren de la Costa, un ferrocarril turístico de 15,5 kilómetros de  extensión que compró los coches a España y que se inauguró en 1995. Claro que  no es un servicio regular. Y también hay cuatro vagones de cada tren de doble  piso que tienen partes chinas y otras fabricadas acá. Eso es todo.  Mientras la Argentina duerme sobre los  rieles, Brasil y Chile, por caso, no dejan de comprar material rodante nuevo.  En Santiago, por ejemplo, ciudad que apostó  al subterráneo, se compraron 717 coches desde 1996 para ese sistema, a los que  hay que sumar 108 adicionales que acaba de adquirir hace sólo una semana. Si la  lupa se pone en los trenes urbanos, para ser asimilable a la Argentina, el  Metro de Valparaíso, un sistema que cruza gran parte del Gran Valparaíso y  recorre algo más de 40   kilómetros, compró a la francesa Alstom 57  coches entre 2003 y 2005.  Claro que los  números se tornan pequeños cuando la comparación se hace con Brasil. La Compañía Paulista  de Trenes Metropolitanos (CMTP) compró 788 coches desde 2000, claro que algunos  aún no han sido entregados. El Metro de Fortaleza, una ciudad del norte de  Brasil de 2,5 millones de habitantes, se hizo de 84 vagones, entre coches  eléctricos y tranvías, en 2010, y el de Brasilia adquirió 48 el año pasado.  Todo esto mientras en la Argentina apenas se compraron un puñado de vagones  para ser usados en el tren urbano. Además, con el acelerador que significa la  organización del próximo Mundial de fútbol y de los Juegos Olímpicos de 2016,  Brasil tiene varios proyectos, muchos de ellos en etapa de definición y compra,  Es verdad que hay coches que lucen como  nuevos, como por ejemplo los doble piso que suelen correr en las vías del  ferrocarril Sarmiento o unos rojos que andan por el Belgrano Norte. Pero lo  cierto es que la mayoría son armados en talleres ferroviarios locales (Emfer y  Emepa respectivamente) con equipamiento nuevo pero que se asientan sobre viejos  bogies -sistema de pares de ruedas sobre los que se asientan los vagones- que  ya tienen varias décadas de uso. Apenas cuatro coches de cada formación de  doble piso (hay tres) están asentados sobre bogies chinos comprados nuevos. Los  demás andan sobre vastidores (pisos) o ruedas de hace años.  La falta de inversión en el mundo ferroviario  nada tiene que ver con la falta de presupuesto del sector. Más bien, todo lo  contrario. En 2006, el sector ferroviario tenía un presupuesto de 590 millones  de pesos. De ese monto, prácticamente la mitad se destinaba a obras de  inversión (281 millones). Pero la ecuación fue cambiando gradualmente y la  combinación de tarifa congelada y mayores costos ha hecho que el dinero que va  a los rieles sea cada vez menos eficiente.   Desde 2006 hasta 2011 el dinero que se destina a la política ferroviaria  aumentó un 495% ya que pasó de aquellos 590 millones de pesos a los actuales  3511 millones que, según estimaciones presupuestarias y otras realizadas por los  actores del sector, llegarán este año para lubricar el alicaído transporte. Sin  embargo, la desilusión es mayúscula cuando se abren esos números. De ese monto,  el 74% va a subsidios operativos, es decir, a pagar sueldos y mantener como  está la operación. ¿Cuánto va a inversión en obras de infraestructura? Un magro  10 por ciento. El resto se reparte en otras empresas estatales, como la  Administradora de Infrestructura Ferroviaria (ADIF) y la Sociedad Operadora   Ferroviaria (SOF) o algunos ramales de interior como el que  une Buenos Aires y Córdoba. Y lo que es peor, en valores corrientes, de  aquellos 281 millones de pesos de inversión de 2006 se pasó a 361 millones de  este año. Poco para un gobierno que dice haber puesto el foco en la  reconstrucción ferroviaria.  Jorge Wadell  es director del Museo Ferroviario Argentino. Dice que aquella obra que se  inició en diciembre de 1981 y que se terminó en 1985, cuando Alfonsín puso en  funcionamiento la electrificación del Roca, fue el último gran proyecto  ferroviario que se hizo en el país. "Hoy se lo critica por el costo. Salió  500 millones de dólares de aquella época, que no son ni por asomo los actuales.  Pero, fue la última vez que se incorporó tecnología de punta y se hicieron  trabajos en serio en el ferrocarril argentino", dice.  ¿Cómo medir la efectividad de la obra?  "Una de ellas -dijo un especialista en ferrocarriles que tiene un contrato  con una de las concesionarias y que prefirió el anonimato- es ver qué pasó con  los pasajeros. En 1981, cuando se iniciaron las obras, el Roca llevó 54  millones de pasajeros. En 1986, un año después que se inauguró, esa cifra pasó  a 85 millones."  Desde la Secretaría  de Transporte dicen que no es momento para comprar material nuevo en el  exterior. "Debemos trabajar para que la producción de las unidades  ferroviarias se construyan en el país, como hicimos con los coches de Materfer  fabricados íntegramente en Córdoba que hoy están circulando en Entre  Ríos", dice una fuente de la secretaría.  En  esos despachos oficiales hay una pequeña autocrítica. "Cuando asumimos,  encontramos un sistema ferroviario destruido, que hoy comienza a reactivarse.  Estamos trabajando para renovar las vías. Reactivamos ramales e incorporamos  unidades como los Talgo IV que hoy prestan el mejor servicio ferroviario del  país [Buenos Aires / Mar del Plata]", repiten.  Y claro, si de compra de trenes se habla, la  adquisición de material rodante usado, y en pésimas condiciones, a España y  Portugal no se puede obviar. "Cambiamos la estructura de contratos. En  lugar de comprar coches antiquísimos ahora compramos al mismo precio coches muy  nuevos refaccionados con tecnología de ultima generación", contestaron en la secretaría.  Es verdad que nada se  cambia de un día para otro en el mundo de los rieles. Más aún, cuando el  deterioro se cuenta en décadas. (La Nación)
    
